¿Qué hace un personaje como tú en una historia como esta?

Análisis de la presentación de personajes en cine y cómic.

A estas alturas del curso, cuando ya empezamos a cogerle el gustillo a esto de inventar historias, nos toca dudar, reflexionar sobre todo aquello que hemos hecho hasta el momento. Toca ser críticos con las prácticas realizadas, haciendo necesario volver a poner los pensamientos patas arriba. Más aún, si nuestro propósito es presentar una historia cuyos pilares sean sólidos, y la conviertan en una narración coherente y cargada de significado. Y de entre todos los elementos, nos toca hoy presentar a nuestros personajes, al principal, a los secundarios, tras toda esa investigación y documentación previa que hemos elaborado para conocerlos más que a nosotros mismos.

Por todos es sabido que la primera vez que vemos al personaje principal, esta imagen (o imágenes) queda grabada en nuestra retina y es preludio de la relación que como lectores o espectadores vamos a tener con nuestros personajes. Por ello, conviene, desde un punto de vista analítico, pararnos a pensar en aquellos cómics, películas o series cuyas presentaciones de personajes son un puro acto artístico y de las que podemos aprender tanto, como elementos simbólicos hallamos en ellas.

Si tengo que nombrar a un personaje que, en la historia más o menos reciente del cine, me haya cautivado, es sin duda, Oskar Schindler.

La lista de Schindler, Steven Spielberg (1993) – Guion: Steven Zaillian.

Si recordamos, la película (La lista de Schindler, Steven Spielberg) comienza con una fila de personas que dicen sus nombres mientras se transcriben en una máquina de escribir: un último apellido resuena, Steiner. Tras él, el cambio de escenario, de escena, nos lleva a unas manos emergen de la luz, símbolo de esa esperanza que los nombres citados anteriormente, van a depositar en él. Se nos presenta como un personaje, ante todo, misterioso, elegante, meticuloso. No vemos su rostro, pero intuimos su estatus por su vestimenta (cuidadosamente preparada) y su gesto, impoluto, seguro. Las manos siguen siendo elemento clave en esta presentación, porque con ellas, nos presentan la principal motivación de este misterioso personaje: el dinero. Ese que, según el dicho, todo lo puede. ¿Será finalmente así?

La lista de Schindler, Steven Spielberg (1993) – Guion: Steven Zaillian.

Tras él, y con un solo gesto (un pin en la solapa de la chaqueta), Spielberg nos da explicación a la fila de personas con la que ha decidido comenzar el metraje. Nos explica, con una sola imagen, la época histórica en la que nos vamos a adentrar. Ahora sabemos qué hacían allí todas aquellas personas cuyos rostros están entre el desconcierto y la incredulidad. Sin embargo, aún seguimos sin saber quién es aquel misterioso personaje que, con esmero, se acicala. Para eso, prefiere sumergirnos en un cabaret de los años 40 y mediante un plano secuencia (donde el dinero también es protagonista), mostrar finalmente su rostro.

La lista de Schindler, Steven Spielberg (1993) – Guion: Steven Zaillian.

Lo vemos, pero el misterio continúa acechando al espectador, introduciéndolo en esa intrigante historia que se nos contará en algo más de tres horas. Eso sí, solo por eso, por intentar adivinar quién es, qué busca, nos quedaremos pegados al sofá (o la butaca) porque ya no podremos dejarlo pasar. Esa es la grandeza del personaje, eso es lo que nos lleva a estar hoy hablando él en una clase de guion.

Otro de los ejemplos en los que la presentación de un personaje en la gran pantalla nos lleva a suspirar, es la llevada a cabo por Sorrentino en su filme La gran belleza (2013), cuyo personaje principal, Josep Gambardella (un escritor con aires de dandi) tarda más de 10 minutos en hacer acto de presencia. ¿Casualidad? Para nada. Ya en los primeros 5 minutos, su director, nos ha mostrado una Roma ausente, cargada de multitudes que parecen ajenas a los que ocurre. De repente, un grito. Ahora estamos en una fiesta de la alta sociedad italiana. Lujo y lujuria se dan la mano para mostrarnos la vulgaridad a la que estamos llegando, para mostrarnos ese retrato cruel de la burguesía y la alta sociedad de nuestro tiempo. Y si hablamos de lujuria, qué mejor que hacerlo al son de Fer l’amore de Raffaella Carrá y Bob Sinclar. ¿Algo más, señor Sorrentino? Pues sí, viejas glorias de la televisión reaparecen para mostrarnos la decadencia y tras ella, nuestro personaje.

Josep Gambardella aparece rodeado de gente que corea su nombre, lo abraza, lo felicita: es su cumpleaños. Y, en un magnífico movimiento de realización, el plano gira 180 grados. Los personajes aparecen ahora, bocabajo, símbolo de una vida, un pensamiento, que se desgarra y desploma. De momento, solo lo intuimos por el movimiento de cámara, porque él, el anfitrión de aquel despropósito, jalea a su multitud con un nuevo cambio musical: Mueve la colita. Todos siguen los pasos al unísono de una canción tan vacía de significado como la vida misma de nuestro personaje. Por ello, quizás, esa ralentización del tiempo, del sonido, todo nos lleva al personaje, al que aísla de toda esa multitud, porque si algo define al personaje, es ese sentimiento de soledad. Ahí tienen la maestría del que sabe cómo narrar una historia en imágenes, ahí tienen LA GRAN BELLEZA.

Y así, podríamos hablar de Her, Ciudadano Kane, esa presentación magistral de Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, ese Jesús Quintana en El Gran Lebowsky… Pero cuidado, estamos aprendiendo a narrar a través del cómic y aunque el cine sea un buen espejo en el que mirarse, el noveno arte tiene su propio código. No obstante, su protagonista y cómo lo presentamos debe tener ese gran impacto del que hemos venido hablando.

¿Por qué Persépolis empieza con una viñeta de su protagonista? Un plano medio de una niña que se presenta y comienza a contarnos la revolución que vive su país y la repercusión que está teniendo en su vida, en su pensamiento. Empieza de forma tan directa porque es la mejor forma de exponernos ante lo que vamos a leer y ver en las páginas que le siguen. Está gritando: ¡Oigan, qué es esto es verdad! ¡Me está pasando a mí! Y además, te voy a contar cómo lo estoy viviendo. Este es un claro ejemplo de cómo el impacto recae en la crudeza y en ese estilo directo que, per se, tiene una autobiografía.

Persépolis, Marjane Satrapi. (2000)

Seguimos poniendo ejemplos. ¿Quién ha leído Buenas noches, Punpun y no recuerda el impacto que le causó conocer que su protagonista no es más (o es mucho, según se mire) que un pajarito con trazos endebles?  ¿Por qué Asano ha decidido contarnos el autoconocimiento de un adolescente a través de un personaje caricaturesco en contraste con el realismo que lo rodea? La respuesta está en el trasfondo del personaje. ¿Qué busca? ¿Qué siente? De nuevo, la respuesta, la encontramos en ese conflicto narrativo, la búsqueda misma del personaje y que enfrenta deseo y meta y hace avanzar la historia tomo tras tomo. Si no lo conocen, deberían. Mucho están tardando.

Oyasumi Punpun. Inio Asano (2007)

Y así, podríamos estar horas y horas. Escogiendo personajes y analizando cómo se nos presentan y porqué, con el único propósito de haceros ver que: en la presentación, en esa primera imagen (o imágenes), está la esencia del personaje. Y si no me creen, a partir de este momento, háganlo. Analicen esa primera vez que aparece ese personaje ya sea en cine, cómic, literatura… Suele ser una práctica de lo más satisfactoria.

 

Rocío Troya – Módulo Guion y estructura narrativa.

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Rocío Troya

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